¡Dios te bendiga mijita!
Foto: Devota católica, Amable amó a la Virgen de Guadalupe y a la Santísima Trinidad.
“Me consentía, acariciaba mi mano aunque su mente pareciera apagada. Ellos siguen sintiendo. Le cumplí en todo, hasta el final, hasta su último suspiro”.
Gabriela Bonilla Corrales, hija.
Por: Ricardo Sossa Ortiz
Periodista
En 2013, doña Amable Corrales Solano fue referida del Hospital San Juan de Dios al Hospital Nacional de Geriatría y Gerontología (HNGG), Dr. Raúl Blanco Cervantes; sufría problemas cardíacos, epilepsia y demencia.
Es de esta forma que Amable entra en el programa de visitas comunitarias del HNGG, en donde es recibida por su coordinador, Presidente de la Fundación Partir con Dignidad (FPD), el Dr. José Ernesto Picado Ovares.
Pasan los años y la salud de Amable se deteriora cada vez más. En 2019 es obtiene un diagnóstico de vida limitada, es decir, entra en el programa de cuidados paliativos, y el Dr. Picado la admite en la Fundación Partir con Dignidad, organización privada que dirige con compañeros de su equipo y que funciona las 24 horas todo el año a servicio de los pacientes de cuidados paliativos, sus cuidadores y familias, de forma voluntaria.
Doña Amable tuvo como cuidadora principal a su hija, Gabriela Bonilla Corrales, quien a su vez, fue ayudada por su hija, Katherine Vega Bonilla, admirable hija y nieta desde que tenía 12 años.
La vida de Gabriela no ha sido sencilla. En 2006, sus dos hijos varones de nueve y doce años fallecen trágicamente al ahogarse ambos en Palo Seco, Parrita, un sábado Santo.
Ese evento no solo traumatizaría su vida, sino la de su madre Amable, ya que vivían juntos, por los que los niños eran como hijos para aquella devota abuela.
Ese año “se detuvo el tiempo” para ambas, cuenta Gabriela, mientras se toma una larga pausa para recuperar el aliento y continuar con esta entrevista.
En 2012, el único amor de la vida desde sus 13 años, don Juan Bonilla, esposo de Amable fallece, luego de 55 años de vida matrimonial.
Gabriela cree que esas pérdidas potenciaron las enfermedades de su madre, “la macha” como le decía de cariño por el color de su cabello.
“Siempre fue muy alegre, le encantaba cantar a toda hora, lavando, cocinando, limpiando, en las fiestas…amaba la música”, cuenta Gabriela sobre su madre, quien constantemente, sobre todo al final de su vida le decía “Dios te bendiga mijita”.
La Fundación Partir con Dignidad, encabezada por el Dr. Picado fue crucial para sostener a Gabriela durante la fase terminal de su madre. Ella cuenta que el “amor de Ersiel, la enfermera, del Dr. Picado y todo el equipo me trajeron un enorme alivio, no hubiera podido sola, sin ellos, mi vida y la partida de mamá hubiese sido un calvario, que ellos convirtieron en un camino de amor, no tengo cómo pagarles por tanta dedicación, esa vocación de ayudar que los caracteriza, ahí estuvieron por mamá y por mí las 24 horas del día, levantaron esa cruz conmigo”, dice conmovida la hija dedicada.
Continúa: “…a pesar de su enfermedad, mamá seguía recordando a mis hijos fallecidos, con todo y sus nombres, a papá (don Juan), su gran amor, también; lo último que olvidó, parece, fue rezar y cantar, pero seguía tatareando la música.
Le gustaba vestirse de blanco, inspirada en los impecables blandos uniformes de los enfermeros y la gabacha del doctor. Decía: se ven tan guapitos, estaba enamorada del Dr. Picado. Durante una visita le dijo cuán guapo era, ella se llenaba de ilusión cuando venían a visitarla. Ese día el Dr. Picado le dijo `hoy me han salido muchas novias`, a lo que doña Ersiel, la enfermera respondió `¡y todas de oro!`”, Gabriela se carcajea recordando la picardía de su madre.
En su último mes de vida, doña Amable dejó de comer y beber. La familia optó por no ponerle sonda alimenticia de cualquier tipo para evitar un “alargamiento de su agonía”, cuenta Gabriela convencida que las sondas, en este estado de salud solo prolongan el sufrimiento. “Sabe, hay que dejarlos en manos de Dios”, dice con firmeza.
El 25 de marzo de este año, luego de una visita en la que el Dr. Picado le informa a la familia que doña Amable estaba cerca de fallecer, antes de las 10 de la mañana, Gabriela cambia de posición a su madre, la coloca contra la pared de su pequeño y humilde cuarto, doña Amable entreabre los ojos y mira fijo la imagen de la Virgen de Guadalupe, de quien era devota. Su capacidad de respiración disminuye.
Sosteniendo la mano de su hija y mirando la santa imagen de la Virgen, canta claro: “Espíritu Santo ven…ven…”.
Entonces, cierra sus ojos para siempre al ser las 10 a.m.
Fotos: Cortesía de Gabriela Bonilla Corrales.
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