¡Un milagro!
Foto: Susan y Manuel compartieron cinco décadas de matrimonio. / Cortesía de Manuel Ruiz Paz.
Manuel Ruiz Paz y Susan Elam son no solo un ejemplo e historia de amor dignos para el mejor libro sobre la vida en matrimonio y la entrega de los cónyuges entre sí.
Siendo peruano de origen, Manuel llega a la Universidad de Florida en 1963. Su propósito: estudiar nutrición animal en tan prestigioso centro académico, sin saber que la vida le tendría, en ese lugar, la oportunidad de conocer al amor de su vida: la Sra. Susan Elam, estadounidense, originaria del pueblo de Bradenton, Florida.
“Conocí a Susan casi recién llegando, en agosto de 1964, durante una salida nocturna entre amigos universitarios, fue amor a primera vista”, dice Manuel sobre “esta bella joven”, estudiante de botánica.
Manuel no hablaba muy bien el inglés aún. Pero con Susan, utilizaba el lenguaje del amor. Ni ella ocupaba hablar español, ni él inglés, la identificación entre ambos bastaba para comunicarse a la perfección.
En noviembre de ese año, Susan se enferma gravemente de hepatitis. Era el inicio de enfermedades igual de seria como las que tendría más tarde en su vida, y el inicio de los cuidos de Manuel hacia quien llegara a ser la mujer que llevó al altar, en sus primeras y únicas nupcias. No sabía, que él estaría con ella hasta la muerte de ésta. Ella tampoco.
Durante su recuperación hepática, Manuel la cuidaba: “le ponía pañitos de agua fría, ella dormía en su cama y yo en un sillón, estaba allí para cuidarla solamente”, dice Manuel, quien en realidad, de acuerdo con su relato estaba manifestando su amor en forma concreta, lo que haría por el resto de la vida de Susan. Era el inicio.
“Mientras cambiaba sus pañitos húmedos, un día, sin saber, a las 6 a. m. tocan la puerta. ¡Eran sus padres! Y me encuentran allí, en su recámara, ni me conocían, imagine lo que pudieron pensar y yo sentir, cuando solamente la cuidaba”, manifiesta emocionado Manuel, él un latino, sus “suegros gringos”, y, particularmente, el padre de Susan recio ante los hispanos, era un hombre de formación conservadora.
Una vez entendido que él solo estaba pasando la noche para cuidarla, comenzó, con esa y otras acciones, a “ganarse” a los padre de Susan, quienes descubrieron el maravilloso ser humano que se había enamorado de aquella hermosa joven floridiana.
Ya en noviembre de 1964, una vez superada la crisis de Susan, “le ofrecí matrimonio. Yo era muy pobre, vivía con una beca de la universidad. No tenía para comprar una sortija de compromiso. Pero, en Lima, había adquirido un hermoso anillo Tumi, se lo ofrecí como nuestra promesa de amor. Ella, siempre humilde me dijo que era hermoso, y que lo aceptaba como símbolo de mi amor, aunque no fuera un diamante. Casi lloro”, dice quebrantado Manuel, al verse envuelto por los recuerdos iniciales de hace casi seis décadas con la mujer de su vida.
No, “yo estoy llorando sabe”, agrega él mientras le pido que tome su tiempo. “Era dulce y sencilla. Le eché serenata camino a casa de mis suegros para pedir su mano. Sí, le puse en la radio del auto un vals peruano llamado Alma, corazón y viola”, continúa el señor Ruiz sollozando respecto de aquel emocionante momento del que al final fue ella quien pidió casarse con él, “ya que yo estaba congelado”, dice Manuel ya casi sin voz contando aquel gran momento en la vida de ambos, oyendo el vals, mientras conducían hacia Bradenton y sin conocer cuál sería la reacción de sus suegros. Pero el amor es siempre más fuerte que cualquier otra emoción.
“Con el beneplácito de sus padres, el 26 de diciembre nos casamos”. Nunca cambió aquel bello anillo peruano por otro, era la prueba del amor puro, sin intereses, más que amarnos.
Es así como en 1970, ambos llegan a Costa Rica, ya como completos profesionales, él fue contratado por el IICA y vivieron en varias partes del país, iniciando en Turrialba, lugar que ambos amaron.
Tres décadas más tarde, en 1998, de visita en casa de sus suegros, Susan se sintió mal y fue llevada a los médicos, quienes le diagnosticaron una enfermedad difícil de aceptar: “tenía Parkinson”.
En 1999, don Manuel renuncia a su trabajo en el IICA, con el fin de dedicarse las 24 horas al cuido de su esposa.
Trece años más tarde, su esposa es referida del centro médico privado donde la han visto por años, al Hospital Nacional de Geriatría y Gerontología (HNGG), centro médico nacional especializado en la persona adulta mayor, y en el que le hacen nuevos y exhaustivos exámenes médicos. ¡Sorpresa! Susan no sufría de Parkinson, sino de demencia.
¡Qué golpe más feo!, cuenta Manuel.
Es así como en el 2015, Susan entra en una nueva fase de demencia y es internada en el HNGG y en el 2016 sufre la segunda crisis, por la que médicos de este Centro de salud deciden colocarle una manguera para alimentarla. Ya para entonces Susan deja de reconocer a quien fuera el amor de su vida.
Debido a que el hospital cierra sus puertas a las 4 p.m. y durante los fines de semana, Manuel, cuidador de su esposa, es apoyado día y noche por la Fundación Partir con Dignidad.
“Fue un acompañamiento y un gran alivio”, continúa Manuel respecto de los servicios médicos y la ayuda de la Fundación.
Le habían dicho que su esposa no volvería a comer normalmente, solo a través de aquel tubo, mismo que en más de una ocasión se arrancaba ella misma. Era un suplicio para Manuel, hasta que, un día, y con escepticismo y estrictas medicas por parte del Dr. Ernesto Picado Ovares, Presidente de la Fundación, le otorga permiso para que intente administrarle “comidita licuada”.
Así lo hizo Manuel y Susan, volvió a comer. Ni él podía creerlo. Un par de días más tarde, el Dr. Picado y Ersiel, la enfermera, fueron testigos de tal “proeza”, al mirarlo quedaron conmocionados, no podían creer lo que miraban: ¡Es un milagro! Gritó Ersiel, recuerda Manuel.
Aunque Susan falleció un par de años más tarde, no volvió a ser necesaria aquella manguera para alimentarla.
Manuel, con lágrimas en los ojos expresó cuán agradecido se siente por todo el apoyo y sobretodo ese acompañamiento “tan humano” que le dio la Fundación , con esa “atención médica de altísima calidad”, dice.
Susan murió el 22 de noviembre del 2018, en paz, entre los brazos de Manuel.
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