“Encontré el perdón y la paz”

Foto: Lograron recuperar el tiempo perdido, afirmó Tatiana Álvarez.

Testimonio de Tatiana Álvarez Borbón

Por: Ricardo Sossa Ortiz
Periodista

“El acompañamiento de esta Fundación, su equipo, las palabras de consuelo, la preparación y el amor que dieron a mi padre y mí, son invaluables ¡Gracias por siempre!”, Tatiana Álvarez Borbón.

 

Como padre e hija vivimos en una familia como cualquiera. Soy la cuarta de mi madre en su segundo matrimonio y la primera hija de mi padre en su primer matrimonio, crecí siendo la princesa de papá y siendo él mi gran héroe.

Mis primeros 12 años transcurrieron llenos de enseñanzas y emociones, él era mi “supermán” y yo su princesa amada.

Al llegar la adolescencia empezaron años difíciles, nuestra familia era un poco disfuncional y yo lo empecé a notar, mi héroe empezó a mostrar una cara que yo desconocía y como mujer descubrí sufrimiento en mi madre, la vida fue un poco cruel y, cuando apenas llegué a mis 18 años, mamá murió ; también perdí a mi héroe por algunos años.

Pasaron muchas situaciones dolorosas, pero de todo ese dolor puede sacar una mujer fuerte, con una inmensa fe en Dios y muy decidida a luchar en la vida.

Siempre, cuando el amor es más grande que otro sentimiento, Dios pone en tu corazón la esperanza y te manda Ángeles que te ayudan a seguir por el buen camino, ese fue mi esposo y su familia, que se convirtieron en mi gran y amada familia, sus padres me adoptaron como una hija y siempre me dieron el amor necesario para continuar, el amor nunca falla.

Don Jorge Efraín Álvarez y su hija Tatiana

Don Jorge Efraín Álvarez y su hija Tatiana

Guardé la esperanza de recobrar la cercanía con aquel héroe de mi vida, mi amado papá, le pedía a Dios que sanara mi corazón de las heridas que la vida nos seguía propinando y luego, convirtiéndome en madre, lo empezaban a vivir mis hijitas, que no pudieron ver al abuelito que yo soñaba, sin embargo seguía pidiendo a Dios que llegara el día en que pudiera de corazón sentir el perdón y hacerle sentir a él el verdadero amor en su corazón también.

Dios, en su inmensa fidelidad, un poco más de tres años antes de su muerte, nos une de nuevo y a raíz de su enfermedad, una angiodisplacia, que se complica, ya él había sido tratado de cáncer prostático, pero esta segunda enfermedad y a sus 85 años lo fue minando mucho más.

En ese momento y debido a que se divorcia de su segunda esposa, mi familia decide apoyarme a retomar a mi “viejito”, emprendiendo juntos el último capítulo de su vida.

Volvieron hermosos momentos, días de largas conversaciones, recuperar muchas horas perdidas, recuerdos, risas, introducir en su vida a mis hijas ya mujeres grandes, habían dos nietas que gracias a Dios pude enseñarles a amarlo, cuidarlo y chinearlo, también empezaron tiempos de muchas carreras y mucho estrés.

Nosotros trabajamos en una empresa familiar, una escuela ubicada en Coronado, que siempre me ha demandado muchísimo trabajo, ahí nacieron y crecieron mis hijas y de repente, yo tenía que desplazarme hasta Escazú, el lugar de habitación de papá. Largo trayecto.

Inicialmente, constantes citas en el hospital, problemas con el servicio doméstico. Vivo en Coronado y papi, aunque le hicimos su cuartito, nunca quiso venirse a casa, en fin, la situación se complicaba, especialmente por los trayectos Coronado-Escazú, pero mi determinación de sacar adelante a mi “viejito” fue mayor, luché contra viento y marea para lograr ver en su cara sonrisas.

Don Jorge Efraín jugando Rummy.

Don Jorge Efraín jugando Rummy.

Aprendimos a jugar Rummy y lo disfrutó muchísimo, en la clínica de la memoria del hospital Blanco Cervantes nos dieron un libro que disfrutamos juntos, hacíamos ejercicios en las tardes para ayudarle a su cerebro que empezaba a atrofiarse.

A los pocos meses y después de una complicación por un sangrado, papi dejó de caminar, eso fue doloroso y difícil, corrimos a conseguir su sillita, y a “sacar la licencia”, le decía yo entre risas, para manejarlo en las aceras, él se moría de risa cuando chocábamos y me decía que me iba a demandar y quitar la licencia , tratábamos de gozar siempre y aprovechar todos los momentos quizá para recuperar todo el tiempo perdido.

La salud de papi iba empeorando, las transfusiones eran cada vez más seguidas, los hematólogos del San Juan de Dios fueron ángeles también que Dios nos puso en el camino, a mi “viejito” todo el mundo me lo chineada, las transfusiones duraban entre seis a ocho horas y uno pasaba a la par de él todo el tiempo, éstas se hacían donde ponen quimio y desarrollé una alergia que me tuvo con tos por meses.

En esos tiempos aprendimos a escaparnos al Mall para pasear, mi padre descubrió que le encantaban las crepas, queque de chocolate, la sopita de tomate, las papitas fritas con pollo y un buen cafecito jamás podía faltarnos, además de que los viernes en la noche pedíamos pizza.

Un momento  muy difícil fue tomar decisiones. La primera fue ordenar su salud, regresar al Hospital Blanco Cervantes con todos los especialistas que lo veían, conseguir un geriatra de primera mano y cuando estaba recibiendo yo a papi pudiera saber qué hacer, posteriormente, tomar la decisión más difícil de todas, pero que fue la mejor en todo este proceso, sacarlo de Escazú para moverlo a Sabana, a la par de su hermana, mi tía Ángeles Álvarez Montenegro, quien además de ser una gran compañía, fue una gran tranquilidad en todo el proceso, lo acompañó y lo apoyó muchísimo.

Angeles Alvarez

Ángeles Álvarez Montenegro, acompañando a su hermano y padre de Tatiana, don Jorge Efraín

La pasada de casa fue un capítulo muy duro y difícil, lloré toda la noche anterior pues yo también sentía en cierto modo que estaba tomando decisiones por él pero yo sabía que era lo mejor, yo había pedido a Dios por horas que me diera luz y sé que Él puso en mi corazón que ya era el momento, y hoy puedo asegurar que Dios siempre estuvo conmigo porque fue lo mejor.

Entre mi esposo, un muchacho y yo hicimos la mudanza, mientras nuestras hijas lo distraían a él porque la noche anterior dijo “no me voy”, pero yo por teléfono le dije “ok papi”, pero ya esa decisión estaba tomada.

Mi esposo en ese momento estaba muy enfermo, con tremendos dolores de espalda y él no dijo nada, juntos hicimos  todo y lo acomodamos, la casita nueva en Sabana nos quedó preciosa, cuando las chicas llevaron a papi hizo una cara de felicidad… le encantó.

Logramos acomodar todo de la mejor manera, le pusimos ropa de cama nueva, colcha nueva, en fin, mi “viejito” estaba como lo merecía, como un rey. Esa noche regresamos a casa rendidos, pero muy felices.

A los pocos  meses tuvimos que contratar un enfermero pues ya papi no pudo bañarse solito y además requería de masajes y toma de presión arterial constante,  que lo solearan y yo tenía que trabajar cada mañana, entonces el muchacho llegaba y lo atendía y me lo dejaba bien guapo. Aprendí que si su presión arterial empezaba a bajar tenía que llamar al laboratorio para ver cómo iba la hemoglobina sino para salir volando a transfundir.

Papi continuaba deteriorándose y yo me iba apegando a él cada vez más, nuestras largas conversaciones eran siempre tan amenas, alguna vez me dijo “mijita perdón porque no me di cuenta de muchas cosas, ¿cómo hiciste para salir adelante?”, y yo le dije: “papi, de vos aprendí el valor de trabajo y salí, además Dios siempre puso ángeles y a mí nunca, nunca me ha faltado nada”.

Otras veces me decía: “yo no me quiero morir”, entonces le respondía: “ahhh no, y ¿por qué?”, le preguntaba.

Me respondía: “porque tu mamá debe estar furiosa conmigo…”. Yo me reía al mirarlo a sus ojitos.

Las hospitalizaciones fueron muy duras. Papi en el momento que entraba al hospital se desorientaba, quería que estuviera con él todo el día hasta la noche, los últimos meses se la pasó internado, salía tres o cuatro días y regresaba, en esos días que salía yo tenía que estar llamando a los médicos porque su debilidad era enorme y los temores eran muchos.

En realidad la ayuda que recibí del hospital, la Fundación, en todo momento fue importante. Al principio con las visitas a la casa, mismo equipo que integra la Fundación Partir con Dignidad, hasta la psicóloga nos ofrecieron, pero con papi fue difícil.

 

Feliz y orgullosa se sentía Tatiana de mostrarle a su padre lo que Dios y el amor le habían dado, sus hijos y nietas.

Para mí entrar a emergencias ya era un lugar tan familiar, la Dra. Xinia Cambronero se había convertido en su ángel, él la buscaba y se sentía tan confiado cuando ella le decía que estuviera tranquilo, ahí todo el personal fue siempre muy muy especial, siempre nos atendieron con amabilidad, dándonos esperanza y cariño que es lo que más necesitás en esos momentos tan duros.

Durante las crisis de salud de un ser querido, aflora dentro de cada ser humano lo mejor y lo más fuerte definitivamente.

Yo soy una persona súper miedosa, para mí, caminar las calles de San José es terrible y más de noche. Estando papi hospitalizado hubo noches que no me soltaba de la mano a más de las diez de la noche y a mí ni me importó salir caminando al parqueo y luego manejar sola hasta Coronado, algo que para muchos puede sonar común pero que yo jamás hago por nada del mundo.

Vencí  el miedo, el frío, el hambre,  todo, pasaba las horas sentada al lado de mi padre, y yo no necesitaba ni comer, ni tomar agua, ni descansar, simplemente la vida se iba ahí a su lado, no tenía idea del día que estaba, sabía que era jueves por la hora Santa, ese día sacaba el tiempo para escaparme al Santísimo un ratito.

Cada mañana llegaba a mi trabajo, hacía lo que más urgía para salir corriendo a darle de almorzar porque si no, no comía y de ahí hasta que se durmiera en la noche.

Agradezco a Dios por todo ese tiempo, porque nunca escatimé nada para él, hubo complicaciones, no lo niego, pero siempre estuve confiada en Dios.

Esta fue otra tarea grande con papi. Él había sido siempre muy frío en su relación con Dios, mientras que yo he sido una persona muy espiritual, cuando todo esto empezó, rezaba siempre que tenía que regresar a mi casa para dejarlo bien acompañado y él se resistía a que me fuera, yo empezaba a rezarle y él empezaba a hablarme de algún tema, yo no paraba.

Yo nunca me rendí, por ahí Dios me dirigió y hasta tuvimos que trabajar fuerte en muchas cosas que fueron duras pero que Dios siempre nos ayudó a sacar adelante.

Rosarios de Don Jorge Efraín

Los rosarios de muñeca que otorgó Tatiana a su padre, como él mismo lo solicitó.

Viene la ayuda espiritual. Es así como el Padre Nacho (Manuel Ignacio Gamboa Valverde) del hospital Blanco Cervantes nos ayuda y, después de más de 70 años de no comulgar, un día papi  aceptó confesarse y comulgamos juntos.

Estas fueron bendiciones que jamás pensé tener, así es Dios de maravilloso.

Poco a poco logré que él escuchara mi oración para, finalmente, rezar el santo rosario en su presencia.

A papi le atraía un rosario que yo colgaba en la muñeca de mi mano, lo llamaba la pulserita, el día que le llevé el suyo lo alegró que se lo pusiera y me dijo que ya estábamos “igualitos”. Me pidió: “el día que me vaya poneme el tuyo para llevar tus oraciones conmigo.”.

En efecto, cuando papi murió, lo primero que hice fue quitarme mi rosario y ponérselo. Le dije: “aquí está mi viejito, mis oraciones y las tuyas porque sé que conmigo las hacías, hoy Dios te recibe y yo te entrego para que te vayas en paz.”.

 

DESPEDIDA

Toda mi familia me sostendría aquel 25  de noviembre que por fin la batalla terminaría y te irías con el mejor y quizás te esperaría esa mujer que tanto te amó y que murió con tu nombre en sus labios: mi madre.

Hoy, dos años y ocho meses después de tu partida solo puedo ver al cielo y dar gracias a Dios por esos días, esos desvelos, esas carreras, esas risas y anécdotas que me hicieron vivir la mejor aventura del perdón y del amor eterno por el hombre que me dio la vida, que amo, al darme un nombre y un apellido, que me acarició cuando era una bebé y el que marcó mi vida en forma especial, por nada cambio las horas a tu lado, los besos y las tantas veces que pude decirte lo mucho que te amaba, hoy ya no estás y mi corazón vive libre y feliz.

Descansa mi “viejito”, algún día nos encontraremos en ese lugar donde no hay dolor y solo habrá paz, mientras tanto, viviré de ese recuerdo y esa sonrisa pícara de mi viejito enamorado y coqueto.

Te amaré eternamente.

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