Entre el dolor de la agonía y la pobreza

Foto: Doña Eugenia luchó como una Atenea durante su vida, sin rendirse, cuidó de su esposo y sus hijos hasta el final.

La partida digna de toda persona adulta mayor no debe ser un lujo, es un derecho humano fundamental.

Por: Ricardo Sossa Ortiz
Periodista

La madre de Edgar Jiménez Alvarado se llamó Eugenia, su padre Jorge; ambos se conocieron en Desamparados y se enamoraron a primera vista.

Durante el noviazgo, cuenta Edgar, el abuelo paterno sentenció al hijo: “¡Si metés las patas te casás!”. No metió las de andar, primero hubo boda, y luego, tuvieron dos hijos y dos hijas.

Con tenacidad y duro trabajo, ambos los criaron con dedicación, transmitiendo en ellos buenos valores y costumbres.

Poco o nada se imaginó alguna vez Edgar que le tocaría cuidar a ambos durante sus últimos meses de vida. Mucho menos pensó la forma en cómo esto transcurriría.

Don Jorge Jiménez Araya disfrutaba la compañia y de sus nietos. Con alegría tocaba la guitarra para la familia.

Don Jorge Jiménez Araya disfrutaba la compañia y de sus nietos. Con alegría tocaba la guitarra para la familia.

El día de la madre de 2016, el buen hijo lleva a su madre a comer uno de sus platillos favoritos: arroz con camarones. Lo engulló con enorme placer y agradecimiento.

“Aún recuerdo como reímos durante el almuerzo, me parece ver esa alegría en ella ahorita mismo”, confiesa Edgar con tono de tormento y paradójicamente satisfecho por lo vivido aquel día.

Pero, ¡sorpresa!, esa felicidad no duraría todo el día, horas más tarde doña Eugenia comenzó a vomitar sangre.

Estaba gravemente enferma desde algún tiempo atrás. “No me dijeron para que yo no sufriera”, dice Edgar, quien así, en cuestión de minutos supo que su madre estaba entrando en su fase terminal de vida.

Ignorando el diagnóstico de la madre, llamó a su hermano quien vivía en Tamarindo. Lo hizo para que lo ayudara a cuidar de la progenitora.

No transcurrió mucho tiempo para que doña Eugenia fuera internada en el hospital Nacional de Geriatría y Gerontología (HNGG), Dr. Raúl Blanco Cervantes.

Médicos de ese hospital son quienes anuncian la verdad a Edgar: “cáncer en el estómago…no se puede hacer nada para sanarlo, está muy avanzado”, cuenta  y continúa: “yo me puse muy mal”. Llora.

“Vea lo lindo que es Dios que en el ‘Blanco’ ponen a mamá bajo el cuido del Dr. José Ernesto Picado Ovares, – creador y Presidente la Fundación Partir con Dignidad (FPD)- quien aparte de las visitas comunitarias que coordina, ingresa a mi madre en su Fundación y empezamos a tener su guía y acompañamiento las 24 horas del día durante toda la enfermedad de mami”.

El 12 de noviembre de 2017, el Dr. Picado anuncia a los hijos: “su mamita no pasa de hoy”, dice Edgar. Así fue…ese mismo día moría doña Eugenia con 72 años, cuidada por sus dos hijos varones quienes siempre estuvieron acompañados por la Fundación, la que los ayudó en el proceso médico y los acompañó durante toda la fase terminal.

El dolor para Edgar y su familia continuaría.

Menos de un año más tarde de la partida de su madre, el padre sufre un infarto. Es internado en el HNGG en donde además le descubren una enfermedad terminal: igual que su esposa, tenía cáncer en el estómago y no había mucho que hacer para detenerlo.

Don Jorge falleció el 17 de octubre de este 2020.

Ambos hermanos varones, también cuidaron del padre. Edgar trabajaba “en lo que fuera: construcción sobretodo, pero por la pandemia me quedé sin trabajo justo en momentos de la fase terminal de papá”, dice.

“Gracias a Dios estaba el Dr. Picado y la Fundación, no nos soltaron…mire, a la hora que fuera me atendían por teléfono, venían a casa a darle tratamiento, nos enseñaron cómo cuidarlo. Las personas de esta Fundación no son humanos, son ángeles”, afirma Edgar constantemente durante esta entrevista, a veces llora, y otras, sonríe como si tuviera a sus padres al lado.

La situación empeora para el devoto hijo: enferma gravemente, impidiéndolo trabajar y llevar sustento para su padre, mientras estuvo con vida, su familia y él mismo.

Por esa razón, cuenta, se dirigió a la municipalidad de San José a pedir ayuda social de “un diario que le dan a la gente pobre”, afirma, “…pero me dijeron que yo no calificaba para la ayuda, fíje – se corta su voz- …fíjese usted señor”, mientras lágrimas surcan el rostro del agobiado hijo.

“Entonces, como la ‘muni’ me negó la ayudita, verdad, me fui al mercado Mayoreo a pedir verduritas para papá y la familia. Oiga, lo primero que me dieron fue un zapallo y aquel agricultor me ofreció hasta plata, yo le dije que no, que lo único que quería era verduritas para comer”.

Llora sin parar y la entrevista se detiene por minutos para que Edgar se recupere, o, al menos, pueda continuar su relato, éste que tanto se presenta en las familias que atiende la Fundación, como una película que pasa y repite sin cesar. Son los mismos actores, lo único que cambia es el escenario.

Edgar termina recordando cómo el 2 de julio anterior, mientras su padre estaba hospitalizado cumplió años ese día, y el personal médico del HNGG le cantó cumpleaños feliz; “nos hicieron muy felices”.

Finaliza agradeciendo el último acto de esta Fundación hacia su padre, uno primordial, indispensable, “porque si no la funeraria no levanta el cuerpo y hasta cae el OIJ”, apunta Edgar; este gesto, que para muchos podría ser insignificante es, en realidad, fundamental para muchas familias: se trata  del acta de defunción de la persona fallecida.

Los familiares del paciente se debaten durante la enfermedad de sus seres amados entre comprar comida o pañales, leche o medicamentos. Para ellos, pagar un acta de defunción en horas de la madrugada, un fin de semana o a cualquier hora es sencillamente imposible.

“Papá murió en casa. No había plata para pagar el papel ese. El Dr. Picado vino y nos extendió el acta de defunción”.

Tímidamente Edgar sonríe, mientras una nueva lágrima se hunde en la arruga de su mejilla izquierda.

Fotos: Ricardo Sossa Ortiz / Cortesía de don Edgar Jiménez Alvarado.

 

La municipalidad de San José le negó la ayuda social para alimentar a sus padres. Los agricultores del Mayoreo lo ayudaron.

La municipalidad de San José le negó la ayuda social para alimentar a sus padres. Los agricultores del Mayoreo lo ayudaron.

Un zapallo fue lo primero que le ofrecieron a Edgar para que pudiera alimentar a sus padres enfermos.

Un zapallo fue lo primero que le ofrecieron a Edgar para que pudiera alimentar a sus padres enfermos.

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