Siempre a su lado

Foto: Imagen que inmortaliza la vida de doña María.

No tuvo escuela, sola aprendió a leer y a escribir. Fue la mayor de 12 hermanos y los cuidó a todos. Calentaba sus leches con una candela y comió carne de mono.

Por: Ricardo Sossa Ortiz
Periodista

Creció siendo muy pobre, pero tuvo como hogar un paraíso: las montañas, flora y fauna de Tapantí, Cartago.

Fue bautizada con el nombre de María Celina Arce Salazar, oriunda de Orosi, ayudaba a su madre en todos los quehaceres hogareños, entre ellos cocinar con leña, lo que décadas más tarde, sería la causa de un EPOC pulmonar, que complicó su salud, haciéndola descansar para siempre el 16 de julio de 2019.

Tuvo tres hijos, enterró a dos de ellos. El último, cuando éste tenía tan solo 59 años. La pérdida fue tan dura que “mamá agudizó su dolor, comenzó a sufrir cardiopatías, se lamentaba de su desdicha”, cuenta la hija –quien fuera su cuidadora- Maritza Madriz Arce.

A los 80 años, su salud se quebranta más con constantes infecciones, “tenían que operarla del corazón y no quiso, pero, cuando se decidió a que le practicaran la intervención, era demasiado tarde, ya no podían operarla debido al alto riesgo”, agrega su hija Maritza.

A los 15 años, doña María conoció al hombre con quien se casó. Se mudó con él a una casa con piso de tierra en Tibás. Continuó cocinando con leña, “mis padres eran muy pobres”, cuenta Maritza.

La pérdida de su primogénita, y posteriormente la del único varón que tuvo, agudizaron aquel dolor que en su infancia la había llevado a comer, incluso, carne de animales silvestres, como la de mono.

“Sabés, nunca he sido feliz”, le decía a su única hija sobreviviente y guerrera en favor de su madre. Maritza Arce relata cómo la Fundación Partir con Dignidad cambió sus vidas y le permitió a su madre morir en paz y de forma digna.

Doña María fue referida al hospital Dr. Raúl Blanco Cervantes a sus 80 años. Debido al EPOC, entró al programa de cuidados paliativos del hospital, dirigido por el Dr. Ernesto Picado Ovares, también creador de esta Fundación, le pronosticaron seis meses de vida.

Doña María Arce aprendió a leer sola y disfrutaba de la lectura incluso durante sus estadías en el hospital.

Doña María Arce aprendió a leer sola y disfrutaba de la lectura incluso durante sus estadías en el hospital.

Ocupaba oxígeno constante debido al EPOC. Como el hospital cierra sus puertas a las 4 p. m. y no abre fines de semana, el Dr. Picado la ingresa dentro de los pacientes que ve la Fundación, por la necesidad de sus familiares en caso de emergencia durante horas no vespertinas del nosocomio.

El Dr. Picado le dice a la esmerada hija: “…este es el número de teléfono celular, en la Fundación la vamos a asistir las 24 horas todos los días del año, recuerde: estamos para servirle y no están solas”.

Una persona determinante en el proceso terminal de doña María, fue la psicóloga colaboradora de la Fundación, especialista Elisa Cortés, una profesional con amplia experiencia en la atención de pacientes y familias quienes están pasando por el proceso de cuidados  paliativos y, posteriormente, del duelo.

“La Dra. Elisa Cortés cambió nuestras vidas, trató a mamá y le dio esperanza, ayudó en que ella se sintiera feliz y se amara, a pesar de sus dolorosos recuerdos pasados: muertes y pobreza extrema. Su terapia fue tan buena, que cuando venían a visitarla, mamá se arreglaba, era un encuentro especial”, cuenta Maritza.

La psicóloga Elisa Cortés, colaboradora invaluable en la atención geriátrica y colaboradora incansable de Partir con Dignidad.

La psicóloga Elisa Cortés, colaboradora invaluable en la atención geriátrica y colaboradora incansable de Partir con Dignidad.

Agrega: “Si por mí fuera, daría mi vida por las personas de esta Fundación que nos acompañaron hasta el fin y mejoraron la calidad de vida de mi madre. Mire, yo llamaba a ese celular a cualquier hora, día, madrugada, noche. Les enviaba videos, fotos, sobre consultas de emergencia que surgían.

Siempre me contestaron, siempre me guiaron, siempre nos acompañaron. Mamá y yo amamos al Dr. Picado y al equipo en general”.

“Yo vivo en Patarrá, Desamparados, acá cuidé de mi madre. Ella había sembrado un árbol de aguacate, y cuando había en el palo, lo primero que hacía era recogerlos, hacer pan fresco y enviarlos en una bolsita para el doctor y Elisa”, relata la hija con pena al confesar que no sabía si podría dar esta entrevista, “porque es duro, además yo me enredo fácilmente, pero por la Fundación, todo lo que quieran y necesiten de mi parte”, dice con humilde calidez generosa.

“La Fundación Partir con Dignidad dio todo por mi madre, incluso nos facilitaron una camita para ella, me prepararon en cómo cuidarla, las terapias durante y después de su vida en esta tierra ayudaron a enfrentar la enfermedad y la muerte de forma positiva”, cuenta Maritza.

Hoy, doña María Celina goza sin dolor, quizá, al lado de sus seres fallecidos en otra dimensión, y por qué no, como su hija Maritza, bendice desde el cielo a la Fundación y a sus servidores.

 

Maritza Madriz abrazando cuidó de su madre con apoyo de la Fundación hasta el final.

Maritza Madriz abrazando cuidó de su madre con apoyo de la Fundación hasta el final.

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